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A Egipto con amor

En una fría noche lluviosa de junio, el reconocido arqueólogo Héctor Monsalvo se encontraba en su cómoda casa de la ciudad de Pilar bebiendo whisky mientras leía una novela. Esta novela narraba la historia de un antiguo faraón egipcio que controlaba su reino con un mágico talismán de oro, el cual termina siendo derrocado por un grupo de monjes con otros artefactos mágicos.

Cuando estaba a punto de terminar el último capítulo, un llamado telefónico interrumpe su actividad. Era una voz gruesa llena de misterio, la cual le informa sobre una importante expedición, y le aclaró que esta noticia debía guardarse en secreto. Desesperado corta el teléfono, toma sus llaves, su paraguas y baja rápidamente las escaleras.

Al salir de su casa se sube al primer taxi que pasa.

- ¿A dónde lo llevo, señor? – pregunta el taxista

- Al aeropuerto de Ezeiza, por favor. Llevo mucha prisa – responde Héctor.

- Espero que no pierda su vuelo, señor pero hay mucha niebla y es un tanto peligroso viajar a muy alta velocidad.

- Necesito llegar cuanto antes – agrega Héctor.

El taxista accedió y en pocos momentos llegaron a destino.

Al arribar a Egipto, un extraño lo esperaba en el aeropuerto. Su rostro no se veía por una máscara que llevaba puesta. Este le ofrece realizar una misión muy importante y le brinda toda la información necesaria.

- Tu misión es ir de encubierto a una expedición que se realizará mañana. Debes descubrir de que se trata. Tengo el presentimiento de que hay un plan infernal. Tu nombre de incógnito será “Número Cero”. Afuera te espera un auto rojo. – le dice el extraño.

Héctor, no muy confiado, acepta y se va. En un momento pensó en el llamado telefónico, por el cual una voz le pedía algo parecido.

De camino a la expedición, se detiene un momento en un bar para tomar algo.

- ¿Conoce algún motel por aquí? – le pregunta al mozo.

- Sí, a dos kilómetros se encuentra uno.

Héctor le agradece su tiempo y continúa su viaje.

Llega al motel y pide un cuarto.

Pasadas tres horas, sigue su rumbo.

Una vez que llega a destino, se encuentra con un grupo de arqueólogos.

Allí, logra reunir toda la información posible.

Frente al lugar hay un circo: el “Cirque Du Soleil”. Al terminar el trabajo, entra un momento para verificar si está todo en orden. Allí hay payasos, malabaristas y distintos tipos de animales. Un león se acerca a Héctor y le deja marcada en la cara una garra. Cuando sale del lugar un señor muy alto, con anteojos y un saco blanco decide ayudarlo. Héctor, todavía en actividad, sospecha de él y lo sigue. En el momento en que se detiene, lo ve entrando a una casa antigua. Silenciosamente, ingresa al lugar y observa que en la sala hay un espejo acusador. De repente, un perro negro le salta encima e intenta morderlo pero Héctor logra tomar un cuchillo que hay sobre la mesa y lo clava justo en el pecho del animal. El hombre se levanta y se dirige hacia la cocina. Al ver que no hay nadie, camina hacia el cuarto. La cama tenía sábanas blancas. El sitio estaba vacío. Solamente le quedaba revisar el baño. En el momento en que abre la puerta, el hombre alto golpea a Héctor con un palo de baseball.

- ¿Quién eres? – pregunta Héctor casi desmayado.

- Mi nombre es Carlos Rey. Me dicen “El Buitre” – responde el señor. Y desaparece sin dejar huellas.

Luego de cuatro horas, Héctor se levanta del suelo y mira a su alrededor. Sin rastro alguno de Carlos, decide emprender una búsqueda implacable. Toma un arma que había dentro del ropero y se marcha.

Se sube al auto y, de repente, suena el celular. Era aquella voz gruesa. Esta vez le informa sobre Carlos.

- Presta mucha atención. Carlos rey, apodado “El Buitre”, es un convicto del atentado de París. Él es la cabeza de la expedición. Su plan es dominar Egipto. Lo que tú debes hacer es detenerlo antes de que esto suceda. Para encontrarlo debes buscar a Jorge Macro que vive en El Cairo.

Héctor corta el teléfono y emprende su viaje.

Llega a la ciudad de El Cairo y pregunta a un señor:

- Disculpe, ¿sabe dónde puedo encontrar a Jorge Macro?

- Sí, en aquella esquina. – le contesta el hombre que por lo visto es argentino.

- Muchas gracias – le dice Héctor.

Entra a la casa y ahí estaba Jorge sentado en la mesa tomando un caldo caliente. Intenta escapar pero Héctor lo frena a tiempo.

- ¿Dónde está Carlos? – le pregunta con un tono alto.

- No lo conozco – responde Jorge.

- Mientes. Dime dónde está.

- Está bien, te lo diré. Por aquí cerca hay un casino donde él maneja todo. Allí lo encontrarás.

Héctor se dirige al sitio en donde se halla Carlos. Entra al lugar, y habla con un guardia:

- Quiero ver a Carlos Rey.

- ¿Quién eres? – pregunta el guardia.

- Soy… un amigo. – responde Héctor.

El guardia lo deja pasar y se encuentra con Carlos:

- Bienvenido, señor Monsalvo – dice Carlos con un tono provocador.

- ¡Tu dominio se acaba aquí! – le dice Héctor.

- ¡Ah, conque ya te has enterado!. La vida es como una ruleta y nadie sabe dónde acaba. Yo soy un comodín, y puedo hacer lo que se me dé en gana.

- No te lo permitiré.

Los dos muy enojados, se baten a duelo. Héctor toma su arma y comienza a disparar. Carlos saca un revolver y le dispara en el brazo izquierdo.

Héctor usa su mejor estrategia: se esconde detrás de una estatua que había allí y cuando Carlos se queda sin balas, este le dispara en el pecho dejándolo inconsciente. Al rato llega la policía y se lo lleva.

Héctor, terminando su misión, se sube a su auto y regresa al aeropuerto que se encuentra en Alejandría.

Una vez allí, se baja del coche y aparece el extraño de la máscara quien lo felicita por su victoria.

- Bien hecho.

- Gracias, pero ¿tú quién eres? – le dice Héctor.

- Soy alguien cercano – declara el extraño.

Luego se quita la máscara y Héctor le dice:

- ¿Hermano? ¡Pensé que habías muerto!

- No es así – responde Hernán (así se llama su hermano) - . En mi estadía en Azul, en Argentina, vivía con mi esposa Cecilia en una hermosa casa. Éramos felices. Tuvimos una hija. Su nombre era Paulina. Un día, nos íbamos de viaje a Córdoba. Yo había dejado el alcohol, pero ese día volví al vicio. Por un momento me salí de control y… todo se desvaneció. En ese instante, mi vida se había acabado. Me borré por un tiempo. Me escondí en una casa abandonada en Tandil hasta el día de hoy.

- Todos creíamos que estabas muerto – menciona Héctor.

- No, tan solo había desaparecido.

- Esto que me cuentas es una tragedia fatal.

Héctor toma dos pastillas para calmarse y comenta:

- Lo importante es que estás aquí hermano. Ven conmigo a Argentina.

- Lo siento, pero mi lugar es aquí – explica Hernán.

- Entiendo. Cuídate mucho, hermano. Hasta pronto.

Héctor se despide de su hermano y se sube al avión.

Pasaron tres años. Héctor se casa y tiene un hijo llamado Hernán, igual que su hermano. Un día, su hijo estaba armando un rompecabezas y le dice a su papa:

-Papi, ¿qué haremos hoy?

- Mira, hijo. Tengo un torbellino de ideas. Pero hoy te enseñaré a andar en bici – responde Héctor.

- Pero tengo miedo – le dice Hernán.

- Los miedos déjalos atrás, hijo. No te ocurrirá nada.

En eso aparece su esposa Sandra y menciona:

- Cuídalo, amor.

- Quédate tranquila, muñeca – contesta Héctor -. Cuando alguien desea algo debe saber que corre riesgos y que por eso la vida vale la pena.

FIN

Germán Ignacio López

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